Los fines de semana son insoportables aquí. Por lo menos en
Kinshasa podía ir a algún sitio a tomar un café, o, como el domingo pasado, a
la piscina. En esta ciudad no hay muchos sitios seguros, así que no te queda
más remedio que permanecer en el hotel, que se convierte en una especie de
prisión.
Por la mañana he ido a mi lugar de trabajo. He asistido al
briefing diario. En él, cada responsable de un área, actualiza el estado de la
provincia (Nord Kivu) en lo que a su área se refiere. En dicho briefing hablan
varios indios, un sudafricano y un ruso. Es muy difícil entender a los indios.
Se hace duro.
Tras esto, a la oficina, a seguir arreglando papeles de
solicitudes de apoyos de las FARDC.
Después al hotel. Por el camino, e incluso en la base, se
podía ver multitud de personas, especialmente niños cazando una especie de
grillo-saltamontes verde. Yo no sé exactamente cómo se llama. Los cazaban y los
metían en botellas vacías de agua. Incluso se peleaban entre ellos por los más grandes.
Me paré a hablar con unos niños y a preguntarle que qué
hacían con ellos, aunque ya me lo imaginaba y, efectivamente, los hacían a la
plancha y se los comían. Me enseñó unos ya hechos y los comían como pipas.
Quitaban un trozo de la corteza y se comían el resto. Un niño se comió uno vivo
para hacer la gracia. Evidentemente, al ver la cara que yo ponía, el resto de
niños se rieron. Supongo que si nos ven a nosotros comer una gamba o un caracol,
les produciría la misma repulsa.
Por la noche, en el hotel, la noche se había despejado y
desde la habitación se veía perfectamente el fuego de dentro del volcán La pena
es no tener una buena cámara para tomar una foto. Las que tengo no son buenas.
El humo del volcán, en estos días despejados, desciende
hasta la ciudad impregnándola de un fuerte olor a azufre.
Aquí dejo unas fotos que pude sacar hoy. Cómo no, más pobreza. Hay miles de chabolas como estas donde se hacinan multitud de personas.
Un ejemplar del "suculento manjar"