lunes, 19 de diciembre de 2011

19 DICIEMBRE


Esta mañana, Amisi, el intérprete, se ha presentado enfermo. Su hijo está ingresado con malaria en el Hospital y quizás él la tenga también. Aun así, ha venido de patrulla.
Llevamos varios días en los que los insectos están por todos lados. Es muy difícil luchar contra ellos. En especial, hay un diminuto insecto, que incluso cabe por los pequeños agujeros de la mosquitera con la que dormimos, cuyo picotazo es muy desagradable. Es peor que el mosquito. Apenas se ve y hay cientos de ellos, especialmente al amanecer y al atardecer y, por mucho repelente que se utilice, siguen picando, llegando a producir incluso alguna que otra herida.
Por eso la noche ha sido un poco larga.
Hoy era la primera vez que me desplazaba por el eje Sur, el eje del camino que, presumiblemente, llega a Bukavu, la capital de Sudkivu. Pero Bukavu está muy lejos y el camino, en ocasiones, se torna senda como el que se dirige a Goma. Además, las condiciones eran muy malas. Incluso para todoterrenos había zonas casi intransitables.
El camino se hacía un barrizal, especialmente en este tramo


La zona es la más salvaje de las que he visitado. Hay menos poblados y, por lo tanto, menos gente. Las condiciones de seguridad son buenas, pero los poblados viven totalmente aislados, de una forma primitiva. Utilizan herramientas que sólo había visto antes en museos de arqueología. Especial asombro me causaron unas herramientas hechas con trozos de metal, afilados, enganchados, no sé cómo, a un palo, a modo de hacha o de machete.
Las formas de vida aquí son casi primitivas


El camino casi se pierde en la selva

Tras recorrer 19 km en una hora y media, llegamos a Katete. El equipo había intentado llegar allí en otras dos ocasiones, pero las condiciones del camino no lo permitieron. Hoy pudimos.
Katete


Muchos niños, como siempre salieron a recibirnos, contentos y gritando “jambo…” (hola).
El Jefe de la aldea era un joven que, sorprendentemente, era más culto de lo que pensaba y muy bien vestido, cosa que no es usual en estas zonas. Mantuvimos una agradable conversación en un tono distendido. Dijo que, al contrario que muchas otras aldeas, ellos no tienen problemas de seguridad. Por esa zona no se mueve el FDLR ni los May May.
Pero su principal problema son las enfermedades. Las pobres condiciones de salubridad de las viviendas, unidas a la ínfima calidad del agua que consumen, hacen que la malaria se lleve a un niño por semana, según cuenta. Además, se encuentran muy lejos de cualquier centro sanitario, con lo que se hace muy difícil sobrevivir a la enfermedad.
Otra curiosidad es que, a diferencia de las aldeas que he visitado hasta ahora, no pidieron nada. Siempre suelen pedir cosas tan triviales como jabón, cerillas, aceite o lo que sea, pero en Katete lo único que me pidieron fue que me hiciera una foto con ellos.
Foto con el "jefe" de la aldea y con Amisi, el intérprete.

A la vuelta, el arroz con carne de cabra de siempre. La tormenta se adelantó hoy bastante, así que salí a correr después de la misma. Desde hace unos días, cuando los niños que me ven correr, gritan “good morning”, yo les contesto “hola”. Ya han aprendido, y muchos de ellos, ya cuando me ven de lejos, me gritan nuestro “hola”. Algo es algo.