domingo, 11 de diciembre de 2011

11 DICIEMBRE


La noche ha sido movidita. Una fuerte tormenta estuvo sobre nosotros durante horas. La potencia de los truenos impedía conciliar el sueño, así que esta mañana nos levantamos todos algo cansados. De todas formas ya habíamos “hecho los deberes” el viernes y la patrulla que correspondía para hoy, ya estaba hecha.
Así que me dediqué al mantenimiento de los vehículos, limpieza de la habitación (si se puede llamar así), lavar la ropa (por supuesto, a mano), etc. Los domingos no viene Kisongo, el cocinero, con lo que nos buscamos la vida un poco con lo que hay por ahí. Yo he desayunado un plátano y un té, he comido un poco de arroz con algo que parecían verduras y voy a intentar conseguir un huevo para freírmelo esta noche.
Después de la frugal comida, intenté descansar un rato, pero, otra vez, una fuerte tormenta, la de todos los días, solo que esta vez se adelantó bastante, me despertó de nuevo. Fue corta pero intensa. Luego, realización de los informes pertinentes y a esperar para la cena y el descanso.
Aprovecho este día de poca actividad para contar un poco la vida dentro del TS. Las costumbres de cada uno, además de la barrera lingüística, son totalmente distintas, los gustos, los horarios, etc. Así que, dentro de la casa, más que un equipo, somos cinco personas que hacen su vida cada una por su cuenta. No nos sentamos juntos nunca a comer, excepto anoche con la “pizza” de plátano, porque vinieron dos oficiales indios de la Cía de aquí al lado y fue algo fuera de lo normal. Pero lo usual es que el que está de servicio calienta las dos o tres cacerolas con lo que haya de comer, una de arroz, otra con un trozo (pequeño) de carne para cada uno y la otra con algo vegetal, y las pone en la mesa. Cada uno se sirve la comida cuando puede o quiere y la come donde pilla, en la habitación, en la oficina, y alguna vez en la mesa.
El indio no para de eructar. Para él, no es de mala educación. El chino y el nepalí hacen las veces de “lacayos” y el indio los trata como tal. La verdad es que no me extraña, ya que no saben hacer otras muchas cosas. No se dan los buenos días ni las buenas noches, y nadie molesta a nadie. Esto es lo que hace que el ambiente sea bueno. De vez en cuando mantengo alguna que otra conversación, sobre todo con el indio, ya que el inglés del nepalí y el del chino es muy pobre y es difícil entablar una conversación con ellos. Sin embargo, se entienden bien entre ellos y crean buen ambiente. El keniano, que se va el martes, permanece al margen del grupo. Ya está más en su país que aquí.